domingo, 16 de agosto de 2009

Seguimos o nos separamos?


El desencanto y la insatisfacción pueden crecer poco a poco en una relación con la rutina y los desacuerdos, o irrumpir de pronto a raíz de una profunda herida, como una mentira importante o una infidelidad. Entonces uno o los dos miembros de la pareja pueden sentirse terriblemente decepcionados del otro y de la relación, y preguntarse si tiene sentido seguir.


Cuando alguien duda acerca de la separación es porque su balanza de pros y contras no logra decantarse. No siempre está claro qué es lo mejor o qué se quiere realmente, y una terapia puede ayudar a valorar la situación de manera más realista. Es importante que ambas personas revisen lo que anhelan cambiar, lo que causa su malestar, o lo que temen perder, si se acaba la relación. Así como cuál es la base de sus conflictos y si tienen solución, o hasta qué punto su idea de empezar de nuevo es realista o quimérica.


En ocasiones las expectativas acerca de la relación serán semejantes, en otras totalmente contrarias: uno preferirá separarse y el otro continuar. Cada persona pone el listón de lo que necesita para ser feliz, o el límite de lo que está dispuesto a aguantar para valorar una relación como satisfactoria. En todo caso, si uno decide separarse el otro no tendrá más remedio que aceptar.


Aclarar los juegos relacionales que se han dado en la pareja ayudará a emprender los dos caminos posibles: apostar por la relación, poniendo ambos toda la energía para mejorarla y recuperarla, o bien decirse adiós aunque dé miedo dirigirse a un futuro incierto. Limpiar el rencor, aprender de los errores y lograr una visión más equilibrada permitirá lograr una buena separación.


Muchas veces el problema sexual sólo es la punta del iceberg de unas dificultades o incompatibilidades mayores. El sexo no deja de ser un tipo de comunicación muy íntima, por lo cual, ante la existencia de conflictos, rencor o dificultades para sintonizar, es lógico que se vea afectado. Lo que puede ser una fuente de placer en algunos casos llega a deteriorarse al ser utilizado como medio de castigo, presión o chantaje.


La pareja llega como dos individuos que juegan en equipos contrarios y compiten el uno contra el otro. El objetivo será que acaben formando parte de un mismo equipo para afrontar las dificultades. Para ello cada miembro de la pareja deberá aprender a reconocer el sufrimiento y el rencor del otro, así como a expresar sus propias necesidades sin atacar o enjuiciar.


Para desarmar muchos problemas de pareja es preciso romper el círculo vicioso que mantiene la situación, alimentado por el rencor, los ataques y el atrincheramiento en el propio punto de vista. Esto requiere que las dos personas inicien cambios paralelos, y que ambos se responsabilicen de mejorar.

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